lunes, 15 de octubre de 2007

NUEVAS INVESTIGACIONES SOBRE EL KHIPU

Galen Brokaw
Profesor de la Universidad del Estado de Nueva York-Buffalo.


En los últimos años, los estudios sobre el khipu han conocido un nuevo empuje, gracias al apoyo en disciplinas como la semiótica y los avances tecnológicos. Cada vez se supera la noción apriorística del khipu como una escritura alfabética y se hace patente su visible heterogeneidad funcional de acuerdo con el tipo de información que registraba.

El khipu es uno de los elementos más fascinantes y enigmáticos de la sociedad indígena andina. Hoy, alrededor de seiscientos khipus arqueológicos sobreviven en museos y colecciones privadas, pero se ha perdido el conocimiento necesario para “leer” estos objetos. La información que registraban y la índole de su función semiótica son temas de debate que no se han resuelto. Los cronistas coloniales trataron de determinar si el khipu constituía una forma de escritura y en gran parte el debate hoy en día se basa en el mismo asunto. Tradicionalmente, la presencia de la escritura ha servido para dividir las sociedades humanas en dos grupos: uno con historia, otro sin ella. Además, la escritura se considera indispensable para el desarrollo de las instituciones económicas y políticas necesarias para sostener una civilización extensa y compleja. El imperio inca siempre ha sido una paradoja desde esta perspectiva: un Estado que administraba un territorio enorme aparentemente sin una forma de escritura. Hay por lo menos dos maneras de resolver esta paradoja incaica: (1) modificar la teoría sobre la necesidad de la escritura para el desarrollo de una civilización compleja; o (2) declarar que los incas tenían una forma de escritura. Ambas soluciones deberían tomar en cuenta el sistema del khipu y definir la naturaleza semiótica de este medio, o sea, una semiótica del khipu.
La mayoría de los investigadores ha optado por la primera solución, manteniendo que la condición necesaria para el desarrollo de complejos sistemas políticos se puede cumplir con algo que no es la escritura propiamente dicha. Según este argumento, el khipu no es una forma de escritura, sino un sustituto que comparte las funciones esenciales que conducen al desarrollo de una civilización y que posibilitó la emergencia del imperio inca. En la mayoría de los casos, este tipo de argumento identifica el khipu como un medio mnemotécnico o estadístico que registraba información cuantitativa, como el contenido de almacenes, el tributo, el censo, etcétera. No obstante, los que presentan este argumento en general no han estudiado el khipu directamente, ya sea por medio de un análisis material o una seria reflexión teórica.
Desde la época colonial hasta la publicación del libro The Ancient Quipu, de Leland Locke en 1923 –y aun después en muchos casos–, la mayoría de los investigadores que trataban el khipu dependía casi exclusivamente de las crónicas coloniales, principalmente la del Inca Garcilaso de la Vega. Las crónicas, sin embargo, son muy ambivalentes, cuando no contradictorias, sobre la naturaleza y la función semiótica de los khipus. Desde la segunda década del siglo XX, la mayoría de las referencias al khipu como un medio mnemotécnico invoca la autoridad del estudio de Locke, que combinó por primera vez una lectura sistemática de crónicas coloniales con un análisis detallado de khipus arqueológicos. Locke concluyó que el khipu era meramente un medio que empleaba un sistema decimal para registrar números o estadísticas, y que referencias a khipus narrativos indicaban una función mnemotécnica. Por muchos años, y aun hasta ahora en algunos sectores, se aceptaba a Locke como la autoridad definitiva sobre la semiótica del khipu. Antropólogos, historiadores y críticos de la cultura han perpetuado la idea del khipu mnemotécnico sin reflejar críticamente, sobre la evidencia presentada por Locke, las suposiciones en las cuales se basa ni las implicaciones de este argumento.
Después de Locke, la mayoría de los investigadores que se han dedicado a estudiar el khipu cuidadosamente aboga –ya sea explícita o implícitamente– por la segunda solución a la paradoja incaica, siguiendo uno dos posibles razonamientos: (a) aceptar el argumento de Locke y buscar otro medio material para identificar como escritura incaica; o (b) reinterpretar la evidencia presentada por Locke en un esquema más completo y desde una perspectiva teóricamente más sofisticada. Algunas crónicas indican que los incas empleaban una forma de escritura pictográfica; pero aun si fuera cierto, la falta de evidencia arqueológica sugiere que no habría jugado un papel importante en la administración del imperio. También algunos investigadores, como Victoria de la Jara y William Burns, han tratado de interpretar los tocapu como una forma de escritura, pero sus argumentos son muy especulativos y a menudo hacen saltos de lógica injustificables.

Argumentos falaces
El proponente más atrevido y persistente del khipu como escritura ha sido William Burns. Desde el principio de la década de 1980 hasta hoy, con la reciente publicación de su libro Decodificación de quipus (2002), Burns ha desarrollado un argumento que abarca tanto los tocapus como los khipus y concluye no sólo que los incas tenían una forma de escritura sino también que ésta era alfabética. Aparte de ser injustificable y de desafiar la lógica, en realidad el argumento de Burns y otros similares son culturalmente conservadores sin saberlo. Burns acepta explícitamente la tesis de que una civilización tan extensa y compleja como la incaica habría requerido una forma de escritura. Además, supone que esa escritura tendría que haber sido alfabética. Con estas suposiciones como base de su investigación, es inevitable que Burns encuentre una escritura alfabética inca, porque ya presupone que existe. Sólo tiene que encontrarla. Evidentemente, para Burns esta fe en la existencia de una escritura alfabética inca justifica los saltos de lógica que hace para “probar” su tesis. El razonamiento fallido de Burns ha servido para otros investigadores, como Manassés Fernández Lancho, que en Escritura incaica (2001) trata de rescatar una cultura indígena como parte de un proyecto nacionalista. Los problemas específicos con el argumento de Burns son obvios para todos los que tomen el tiempo de leerlo cuidadosamente. Aunque las intenciones de Burns y otros investigadores que siguen la misma línea parecen ser del todo honorables, la evidencia no apoya el argumento.
La obra de Burns parece ser muy radical desde la perspectiva de la política cultural, porque le concede a la civilización inca uno de los logros más importantes –si no el más importante– de la civilización occidental: la escritura. Concederle este logro hace posible la valorización de la civilización incaica y la coloca a la par con Europa, pero también la transforma, la rehace a imagen y semejanza de Europa, y así efectúa una violencia epistemológica al reforzar la ideología dominante que ostensiblemente se quiso resistir. Aun dejando al lado lo ilógico de los detalles del argumento, esta línea de argumentación cae en la doble trampa de la ideología alfabética que sólo valora la escritura fonográfica y, a la vez, inconscientemente limita las posibles conceptualizaciones de otras formas de representación secundaria. La suposición tácita del argumento se basa en que si los incas no alcanzaron la escritura, su cultura no valía lo mismo que la europea. Una postura verdaderamente radical desecharía lo que Johannes Fabián llama “el repudio de la coetaneidad” y valorizaría todas las culturas humanas sin ubicarlas en una escala temporal, cuyo telos es la moderna sociedad occidental con una escritura alfabética. Además, la determinación a priori que el sistema inca de representación secundaria tenía que haber sido alfabética deriva de la limitación de una mentalidad alfabética que impide la conceptualización de otras alternativas. La respuesta verdaderamente radical a esta situación sería tratar en lo posible de desarmar el aparato conceptual derivado de nuestras mentalidades alfabéticas y buscar otras conceptualizaciones orgánicas que surgen del khipu mismo.

Semióticas alternativas
Un proyecto como el que acabo de esbozar tiene dos dimensiones: (1) una resistencia a la hegemonía de la ideología alfabética que resulte en una apertura hacia otras posibilidades de representación secundaria y (2) una reconceptualización a base del khipu. Respecto a la primera dimensión, es muy difícil –si no imposible– evitar completamente la hegemonía de una mentalidad alfabética porque nunca se puede determinar los límites de su extensión; pero investigaciones teóricas pueden indicar direcciones y técnicas para crear un espacio mental conducente a otras conceptualizaciones. Para evitar que esta primera dimensión puramente teórica se quede estancada en un perpetuo proceso especular, es necesario combinarla con un análisis del khipu.
Ya desde hace más de treinta años, en sus numerosos artículos y su libro seminal, The Code of the Quipu (1981), los Ascher dieron comienzo a este proyecto. Desde entonces, varios investigadores han presentado argumentos convincentes a partir de los cuales la índole numérica de los khipus no limitaba su capacidad semiótica. En primer lugar, hay que reconocer que los khipus no son simplemente numéricos: los Ascher explican que el color y la configuración de la cuerdas primarias en el cordón principal, por ejemplo, parecen haber funcionado claramente como elementos significativos; Carlos Radicati reconoció la posibilidad semiótica de la dirección del retorcido de las cuerdas; William Conklin ha identificado las distintas formas del atado que conecta las cuerdas primarias con la cuerda principal; y Gary Urton ha descubierto que las dos posibles direcciones de los nudos en las cuerdas también se despliegan en patrones que en algunos casos no parecen ser casuales.

En los últimos diez años ha surgido un nuevo interés en los khipus por investigadores tanto peruanos como extranjeros que han seguido el rumbo de los Ascher. Los estadounidenses Gary Urton, de la Universidad de Harvard; y Frank Salomon, de la Universidad de Wisconsin; la boliviana Carmen Beatriz Loza; los peruanos Hugo Pereyra, Lydia Fossa, Alejo Rojas y algunos otros han empezado a señalar nuevas direcciones y perspectivas innovadoras en el estudio de los khipus. En los últimos quince años, quizás el investigador más prolífico sobre el tema ha sido Gary Urton. Su libro reciente, Signs of the Inka Khipu (2003), propone una teoría de codificación binaria (resumida en Urton 2002a) que sufre de inconsecuencias lógicas, pero sus numerosos artículos no dependen de esa teoría. Además, desde hace varios años, Urton se ha dedicado a construir una base digital de datos que eventualmente estará disponible en Internet para que todos los investigadores que se interesen en el khipu puedan analizar un corpus grande de khipus, a fin de encontrar patrones, identificar elementos comunes, entre otros. Urton ya ha demostrado la utilidad de esta herramienta electrónica en un análisis de los khipus encontrados hace algunos años en la Laguna de los Cóndores, en la provincia de Chachapoyas (Urton, en prensa).

Pero el avance más reciente y más importante en los últimos veinticinco años no viene de un estudio arqueológico ni de las crónicas coloniales, sino de una etnografía de una comunidad contemporánea. En The Cord Keepers, Frank Salomon examina los khipus patrimoniales de la comunidad de Tupicocha, en la provincia de Huarochirí. Estos khipus se parecen a los incaicos, pero no se utilizan hoy en día como medios productivos, sino como símbolos de oficios públicos. Sin embargo, aparentemente se utilizaban los khipus en Tupicocha como medios productivos hasta finales del siglo XIX o quizás hasta las primeras décadas del siglo XX. Además, la evidencia sugiere que los libros de comunidad que eventualmente desplazaron los khipus no los reemplazó inmediatamente, sino que al principio funcionaban como un suplemento adicional a los registros tradicionales. Este contexto, en el que el medio alfabético se adaptó a las prácticas administrativas de los khipus, provee una oportunidad de asociar características materiales de los khipus con patrones discursivos de los libros alfabéticos.
Uno de los impedimentos en el proyecto de descifrar los khipus ha sido la falta de una transcripción alfabética acompañada por el khipu que sirvió de fuente para la transcripción. El descubrimiento de Salomon no es el “Rosetta khipu” que muchos investigadores han esperado, pero no es por eso menos importante. En primer lugar, una de las implicaciones del estudio de Salomon es que el khipu era un medio semióticamente heterogéneo en el que la índole de sus convenciones depende del tipo de información registrada. Por lo tanto, el desciframiento de uno de estos khipus no revelaría nada necesariamente sobre las convenciones de otros géneros de khipu. Segundo, Salomon demuestra, por lo menos en el nivel de la comunidad, que la clave del desciframiento del khipu reside en una aproximación etnográfica que empareja un análisis material con prácticas sociales. Los khipus administrativos de los incas podrían ser una excepción, pero eso queda pendiente.

Cuestión semántica
Parte del obstáculo a la resolución del debate sobre el khipu es que en gran parte este medio todavía es un misterio; la interacción colonial no dejó ninguna explicación del sistema del khipu en su totalidad; y sólo recientemente con el estudio de Salomon se ha podido empezar a deducir algunas de las funciones extranuméricas del khipu. Pero otra parte del obstáculo igualmente importante es que el debate mismo sobre si el khipu es una forma de escritura necesariamente impone ciertos términos ya conceptualizados dentro de una epistemología alfabética que impide la habilidad de concebir posibilidades de semióticas alternativas. No implica decir que es necesariamente incorrecto mantener al khipu como una forma de escritura, sino reconocer que el término y el concepto tienen una genealogía cargada de ideología. A fin de cuentas, llamar el khipu una forma de escritura es una cuestión semántica y, por lo tanto, política. Aunque parece claro que investigadores como los Ascher apoyan la idea de que el khipu es una forma de escritura, su proyecto no depende de los términos de ese debate. El estudio de Salomon y otras investigaciones recientes demuestran aún más claramente que este proyecto no tiene que, ni debe, someterse a los estrechos límites del debate sobre la escritura y si el khipu es o no una forma de ella. Tal discusión es prematura y posiblemente irrelevante: prematura ya que todavía no se sabe exactamente todo lo que los khipukamayuq registraban en los khipus; y posiblemente irrelevante porque no se sabe cómo lo registraban.

Obras citadas

Ascher, Marcia, and Robert Ascher. 1981. The Code of the Quipu: Mathematics of the Incas. Ann Arbor: University of Michigan Press.
Burns Glynn, William. 2002. Decodificación de quipus. Lima: Banco Central de Reserva.
Fernández Lancho, Manassés. 2001. La escritura incaica. Lima: Universidad Nacional Federico Villarreal.
Locke, Leland. 1923. The Ancient Quipu. New York: The American Museum of Natural History.
Radicati di Primeglio, Carlos. 1949-1950. “Introducción al estudio de los quipus”. Documenta: Revista de la Sociedad Peruana de Historia 2: 244-339. Salomon, Frank. 2004. The Cord Keepers: Khipus and Cultural Life in a Peruvian Village. Durham: Duke University Press.
Urton, Gary. 2003. Signs of the Inka Khipu: Binary Coding in the Andean Knotted-String Records. Austin: University of Texas Press.
Urton, Gary. 2005. “Khipu Archives: Duplicate Accounts and Identity Labels in the Inka Knotted String Records.” En prensa.