lunes, 7 de julio de 2008

LA CHILENIZACIÓN DE LOS AYMARAS EN LA LITERATURA: OTRO DIA SERÁ, MI QUERIDO HIJO

Carlos Choque Mariño
Profesor de Historia
Magister en
Educación Intercultural Bilingüe

Concluida la Guerra del Pacifico, la perdida de Tarapacá para el Perú y sometida a litigio las Provincias de Tacna y Arica, dará paso a la integración de estas capitales provinciales a la dinámica y al “dialéctica de la Dominación” (Smith:1982), que desarrollará el Estado chileno, iniciándose un periodo conocido como Chilenización sistemática de las Provincias del sur del Perú, la cual consistía en aplicar “Todo genero de medidas tendientes a hacer perder en ellos [ciudadanos] el carácter de peruanos, desvinculándolos en todo de su patria, el Perú, e infundiéndole el sello característico de la nacionalidad chilena”( M. Federico Ríos .Tacna, 1902). En este periodo, por lo tanto se reformulo la administración pública y genero una serie de obras públicas, sin embargo, esta política, se vio acompañada durante 1900 a 1929, de una hostilidad sistemática hacia los ciudadanos peruanos, que se incrementara en la medida que avanzaran los preparativos para resolver el litigio por las provincias, de igual forma se ataco y persiguió de manera sistemática toda forma de expresión de identidad cultural que tuviera resabios de legado del Perú, el indígena era simplemente peruano. El cierre de colegios y periódicos peruanos, la expulsión del clero peruano (Berroa: 1926), la ley de colonización (Palacios:1973) y la conscripción militar a los habitantes del territorio, la expulsión de los ciudadanos al Perú (Tuleda: 1994) y la deportación de un número aun indeterminado de hombres de las comunidades indígenas y valles cercanos con derecho a voto a las oficinas salitreras, las prisiones, cuarteles militares y barcos de la armada a lo largo de Chile, de igual manera no se puede precisar con exactitud en numero de muertos y detenidos – desaparecidos en la sierra de Arica. Chile obtendrá la soberanía sobre Arica y sus extensos territorios rurales en 1929, por lo cual la población indígena debió de adaptarse y aceptar de su nueva realidad e identidad nacional. En este marco las comunidades aymaras de la sierra de Arica, pudieron reproducir y a la vez reescribir su memoria social con la finalidad lograr la aceptación nacional, pues en el imaginario y en el colectivo de la población chilena, era los que se opusieron a la integración de la zona en litigio al territorio chileno, además, de ser vistos con los perjuicios raciales y culturales que imperaban en la sociedad chilena. Es en este marco que considero este breve novela histórica de Alex Mendoza, el fiel reflejo de la destrucción de la identidad y cultura aymara expresada de manera tan diversas en el colesuyo (región occidental del collasuyo). Es importante tener en cuenta que Ayro era un ayllú, ubicado a unos 5 km. del actual pueblo de Chislluma y perteneciente a una parcialidad de Tacora, en la comuna de General Lagos. El pueblo de Ayro, en la actulidad esta abandonado, se caracteriza por la rica arquitectura trapezoidal de su iglesia.



OTRO DIA SERÁ, MI QUERIDO HIJO


(La antigua tradición del Corte de Pelo)
Alex Mendoza Rodríguez




Son las 5 de la mañana, ya es un nuevo día y el Sol comienza a aparecer por el horizonte andino, abrigando el despertar de los hombres y mujeres del altiplano y, por supuesto, de bella Creación generada por el Divino Hacedor de Todas las Cosas.

Este es un día especial para lo habitantes del Airo, un pequeño pueblo que permanece enclavado entre las majestuosas montanas de los Andes como un hijo que busca el regazo de su madre para cobijarse de las inclemencias del tiempo y de la altura.

Para estos esforzados habitantes andinos, el día les traía una nueva oportunidad de sumar a un valiente joven a la necesidad del pueblo, siempre y cuando pasara la prueba a la que todos en algún instante fueron sometidos y por la que tendrían que pasar los Llokallas (niños), en su debido momento.

Sin duda, era para Wilka Kuti (Renacer del Sol), y para su familia, el día más esperado por que él era quien debería pasar la prueba para convertirse en Chacha (Hombre) y traer con esto honra para los de su casa y para su Marka (Pueblo).

- ¡Ya tienes quince años, mi querido hijo! Le dice su padre al joven Wilka Kuti, y continúa: ¡tú pelo ha crecido junto a tus años y hoy esta tan largo, como larga será tu vida!.
- ¡Así es, padre mio! – respondió el joven muchacho, a la vez que preguntaba: ¿Qué debo hacer para pasar semejante prueba?.

El Hombre respondió:

- Cada Chacha de nuestro Pueblo vendrá hasta nuestra UTA(casa) y te cortará un poco de tu pelo, hasta que pasen todos. Durante esta noche, tú debes permanecer de pie y no te puedes quedar dormido. Sólo si lo logras, pasaras a ser un hombre para nuestra Marka y recibiras muchos presentes para que formes tu hogar junto a la mujer que tú escojas como esposa.

- ¿Pero cómo podré pasar la noche despierto sin que me duerma, padre?, ¡tengo temor de no poder contener el sueño! – respondió algo nervioso el joven, y su padre le contestó con una firme, pero afectuosa voz paternal:

- ¡Yo estaré junto a ti, hijo mio; así como mi padre me acompañó, yo lo haré contigo y te ayudaré a que consigas el objetivo!, no temas, eres joven y yo te preparé para esto, así como cuidé de tu pelo para que estuviera largo y fuerte para este momento!.

Wilka miró a su padre y lanzando un respiro de alivio miró hacia el cielo, como buscando al Tata Inti(Dios Padre Sol), a la vez que le exclamaba: ¡Gracias, tatita lindu! ¡Al fin seré parte de la sociedad de mi Pueblo!, ¡ya me podré casar con mi bella Nayra Paxi! Junto a su padre y ante la atenta, pero tierna, mirada de su madre, el joven inició la ceremonia para solicitar permiso y bendiciones a la Pachamama, para cumplir con lo que debía realizar esa noche como prueba de su madurez.

En eso estaba, junto a su padre y su familia cuando a lo lejos se oyó el sonido del pututu, que indicaba que alguien se acercaba al Pueblo. Una gran caravana de mulas avanzaba con paso lento, evidenciado el cansancio propio de aquellos que se internan a la Puna, sin prepararse para ello y que experimentan el pago de tal osadía.

- ¿Quiénes serán aquellas personas? – preguntó el Jilakata del Pueblo (el jefe de todas las familias).

- No lo sé, ¡pero nada bueno presiento reste día! – respondió el Yatiri, con una voz algo débil y entrecortada.

- ¡Mira sus ropas!, ¡son todas iguales! – le manifestaba la joven princesa Nayra Paxi, a su amiga Qenalla.

- ¡Síii! – respondió ella, algo alegre por lo que veía y continuó:

- Parecen soldados de aquellos que viven en el bajo, allá donde está el mar.

Juguetona, Qenalla sonreía mientras miraba a la distancia como queriendo identificar a los que venían. Su amiga la miraba moviendo la cabeza de lado a lado, como señal de reprobación, pero con ternura, porque entendía que la muchacha se comportaba así porque era sólo una niña, mientras ella se aprestaba a ser entregada en matrimonio a su joven prometido Wilka Kuti.

Una vez llegada la caravana al pueblo, un hombre alto, de uniforme de un color azul, montado sobre un gran corcel blanco, que venía a la cabeza del grupo, se acercó a la muchedumbre que lo rodeaba y con voz autoritaria preguntó:

- ¿Quién de ustedes manda aquí y como se llama este pueblo!.

El Jilakata avanzó unos pasos al frente y respondió firme pero muy suave…

- ¡Soy yo, mi nombre es Mallku Cunturi (Señor Cóndor) y soy el Jilakata de Ayro que es nuestro pueblo!, ¿Y quienes son ustedes, señores? - exclamó con voz de interrogación, mientras el hombre blanco respondió siempre con mucha arrogancia…

- ¿Yo soy el comandante Irigoyen y represento al nuevo Gobierno de Chile, dueño de estas Tierras!, - luego prosiguió:

- ¡A partir de Ahora, ustedes son parte de este Gobierno y esta es su bandera! ¡Cabo, proceda a izar el emblema patrio en ese pedestal!.

Una vez que el cabo cumplió con lo ordenado, el comandante manifestó:

- ¡Desde hoy, ustedes aprenderán a vivir como nosotros; comerán como nosotros y hablaran como nosotros y conocerán de nuestra Historia, para eso les traigo a una profesora que se quedará en este pueblo y les enseñará a todos los niños y jóvenes! ¡Ah, y desde ahora quedarán suspendida las fiestas que ustedes realizaban! ¡Esto, hasta nuevo aviso! Luego miró al Jilakata y con un tono desafiante y directo le dijo:

-¡Espero que nos entendamos, señor Mallku y que usted le brinde todo el apoyo a la profesora! Y girando a su corcel con un gesto con su mano mando a sus hombres a que retiraran del pueblo, dejando en éste, a la profesora.

La dama era una señora colorada, algo regordeta, de largo vestido de color gris, un poco hinchada por la altura, lo que le daba un parecido a una manzana brillosa, de estas hablaba con una voz cantada y muy aguda.

- ¡ahí haremos la escuela! – le dijo al Jilakata, a la vez que le señalaba una gran casa de piedra y barro, la cual servia como lugar de reunión de los ancianos y principales del pueblo. Y con un gesto autoritario, continuó: ¡y en ella debemos poner los muebles que he traído de la capital!, mientras, agarraba sus cosas y caminaba presurosa en dirección a la vivienda. Mientras el joven Wilka Kuti miraba a su padre, el Jilakata, al Yatiri y todos los del pueblo quienes tenían una mirada de interrogación y de resignación, al parecer debido a la costumbre de que cada cierto tiempo llegaban hombres diferentes imponiendo nuevos modelos y nuevas autoridades.

Así llegó la noche y debido a la orden del comandante y a que con ellos se encontraba la profesora, la ceremonia de corte de pelo de Wilka se suspendió y éste quedó muy triste. Su padre le consoló diciéndole en voz baja: ¡Tranquilo, hijo mío, como está acordado, así se debe hacer y otro día será en que podamos hacer tu ceremonia, aunque sea escondidos con nuestros hermanos!

Ese día, el cual debía ser el más especial para todos los habitantes de Ayro, termino como un día de funeral. En la mente de cada hombre y mujer giraba la idea de que una nueva ley venía a gobernarlos y cómo una vez más deberían hacer algo en secreto para mantener vivas sus costumbres, su cultura y su independencia. Pero no contaban ellos con que la ley impuesta esta vez, venía para quedarse y no irse jamás.

Con esa idea se fueron a descansar, mientras el joven Wilka Kuti pensaba, con mucha pena, lo desdichado que era, por que no pudo concretar esa noche su sueño de ser un valiente hombre de su sociedad, cumpliendo con el rito de sus ancestros.

A la mañana siguiente, todos se levantaron muy temprano con la intención de realizar sus labores y conversar sobre lo sucedido el día anterior, pero querían hacerlo muy lejos, en los bofedales, donde la profesora no pudiera oírlos, por que tempranamente el temor se había apoderado de ellos, quizás motivados por experiencias pasadas.

No obstante, la profesora también inicio sus actividades muy temprano y con su característico timbre de voz, el cual simulaba el graznar de una Guallata, llamaba a las clases a los niños y jóvenes del pueblo. Cuando éstos se presentaron ante ella, su cara dibujó un claro sentido de exclamación al ver a muchos jovencitos con su pelo largo y mayor impresión le causó el joven Wilka Kuti, por que su pelo era más extenso de todos y éste lo tenía suelto y libre, como libre está el viento para los aymaras.

La maestra, indignada por tal situación, se dirigió al joven y haciendo una seña con su dedo índice le dijo:

- ¡a ti te digo!, ¡que si mañana no vienes con el pelo corto, yo misma te lo cortaré como lo usan los verdaderos hombres!

El joven Wilka Kuti, muy nervioso por la amenaza recién recibida, salió presuroso de la sala de clases, en busca de su padre para contarle lo sucedido. Cuando lo divisó en los bofedales, lanzó un grito de alerta para llamarlo y con un angustioso ¡Tatay!, lo llamó esperando que éste a tan sonoro llamado acudiera raudo y en eso no se equivocó. Su padre una vez a su lado le preguntó:

- ¿Qué sucede hijo, por qué traes esa cara? Y Wilka le contestó con una voz algo entrecortada: ¡Tatay, esa a la que le dicen la profesora, me dijo que si mañana no voy con el pelo corto, ella misma me lo cortará, Tata!, ¡y cómo paso la ceremonia si no tengo mi pelo largo como todos los guerreros de mi pueblo!

- ¡Qué, de donde saca esas cosas esa profesora, quién le dio autoridad para eso!, exclamó su padre, mientras tomaba a su hijo y ambos iban en busca del Jilakata para contarle lo sucedido.

Una vez enterado, Mallku Cunturi buscó a la maestra y con un amable tono le manifestó:

- ¡Mire usted, señora maestra!, nuestro pueblo ha vivido por miles de años con esta costumbre de hacer hombres de nuestra sociedad, a través de esta ceremonia del corte de pelo en los jóvenes de 15 años y si usted le corta el pelo a Wilka Kuti, le estará arrebatando el derecho que él tiene de convertirse en un hombre responsable y tomar una esposa para sí.

Entonces la maestra le contesto: - ¡Qué! Ustedes están locos y yo no soportare esas costumbres de los indios, ¡Ahora deben vivir como civilizados y a los niños les cortare el pelo, como Dios manda! Y Mallku respondió:

- ¡Si usted hace eso, deberá atenerse a las consecuencias…!

La maestra al día siguiente esperó al joven Wilka Kuti y con una tijera muy vieja se dejo caer sobre el muchacho y le cortó su radiante pelo. Una vez consumada la acción, la profesora dejó irse al joven muchacho y éste humillado por la afrenta salió corriendo por le pueblo en busca de soledad para llorar su amargura.

Los hombres del pueblo, indignados, buscaron a la profesora para cobrar la afrenta. Entre todos la llevaron hasta una pirca donde con latigazos castigaron su tremenda y cruel osadía.

En tanto Wilka, desolado, lloraba con amargura, mientras meditaba en la desdicha que vivía, ya no podría pasar por tal prueba y, más aún, no podría casarse con su dulce princesa. Él no entendía de nuevos procesos de los Estados emergentes. Menos aún sabía de las políticas de éstos, pero sí pensaba que por culpa de esas medidas, su vida sufría un retroceso importante, a tal punto que el futuro para él era casi, en ese momento, un imposible. Así que era mejor partir de esa vida y morir con honor, para que su nombre fuera recordado en el futuro con admiración y no vivir con la humillación.

Nunca más se supo de este joven guerrero, la profesora decidió partir y por ningún motivo intentó retornar a las alturas, mientras en Ayro se iniciaba una nueva vida, en donde la lengua materna, las costumbres, los valores y principios andinos quedarían guardados en un baúl, muy bien cuidados por los mayores, para sacarlos cuando el tiempo y los hombres de abajo dieran una nueva oportunidad.

Nota del autor: Esta es una adaptación de diferentes narraciones de los antiguos aymaras, entre otros, quienes cuentan sobre los acontecimientos del proceso llamado Chilenización y sobre la prohibición de practicar sus culturas y su lengua, el cual se llevó a efecto en todo el terreno nortino, a partir del año 1929.