viernes, 12 de diciembre de 2008

Los aportes judíos para el mundo andino: Recordando a Nathan Wacthel

Carlos Choque Mariño


Una de las principales preocupaciones de los historiadores y antropólogos como Nathan Wachtel y John Murra fue aportar para la compresión del la historia del mundo andino, el cual sin duda, tubo ciertas semejanzas con la judia en relación a los procesos que se desarrollaron en España y luego en las llamadas Indias Occidentales durante los primeros siglos de presencia español, las cuales se muestran al algunas obras como la “versión de los vencidos”, “el mundo andino” o los “vencidos de los vencidos”, que hoy son textos clásicos que nos entregan enfoques muy interesantes para la comprensión de esta región de los Andes.

Nathan Wacthel al construir un relato sobre la “historia subterránea” de América, la de los sometidos, los excluidos, los marginados. A esta cuestión se dedicó en sus estudios sobre las sociedades andinas, que son los más conocidos en nuestro país. En el ya clásico La visión de los vencidos ocupó de dar cuenta de los cambios estructurales que sufrieron estas sociedades tras la conquista española. Con la misma idea, en El regreso de los antepasados, indagó acerca de la construcción de la identidad de los chipayas en la actualidad, resultado de un largo proceso de transformación iniciado tras la conquista aymara y continuado en el período colonial.

En esta oportunidad, el objeto de estudio es un grupo también sometido y marginal, pero inserto en el sector dominante de la Iberoamérica colonial: los marranos. Por marranismo el autor comprende un tipo de religiosidad que incluye una serie de prácticas y creencias muy variadas, en un arco que abarca desde el criptojudaísmo propiamente dicho hasta expresiones ritualessincréticas que no distinguen entre los dogmas del cristianismo y del judaísmo.

Pero, a pesar de esta gran diversidad se puede identificar una unidad, un “núcleo” que se repite y caracteriza lo marrano: el ocultamiento de una creencia y la apariencia externa de otra, actitud que se transmite de generación en generación a pesar de la persecución inquisitorial. Así, para definir la identidad marrana, no importa tanto qué conocimiento específico se transmite, sino más bien, el ejercicio de la memoria colectiva, del recuerdo de los ancestros.


La fe del recuerdo se estructura en torno a ocho capítulos dedicados cada uno de ellos a un episodio particular en base a los documentos inquisitoriales que se conservan en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, el Archivo General de la Nación de México y el Arquivo Nacional da Torre do Tombo (Lisboa). Las reflexiones del autor sobre el marranismo en el período colonial se despliegan en la introducción y la conclusión. A continuación se nos ofrecen los primeros análisis sobre una investigación “de terreno” preliminar realizada en los años 2000 y 2001 sobre un grupo de "marranos" residentes en el nordeste de Brasil en la actualidad. El libro finaliza con tres poemas escritos por uno de ellos.

Esta edición del Fondo de Cultura Económica cuenta, al igual que la francesa, con un glosario, una detallada bibliografía y tres índices (de nombres, lugares y temas) que facilitan la lectura inicial y la consulta posterior. La problemática marrana permite diversos abordajes. En primer lugar, se trata de una cuestión religiosa, pero también puede ser estudiada desde sus aspectos sociales y económicos (teniendo en cuenta el alcance planetario de las redes comerciales novo-cristianas y la amplitud del espectro social de los reos) e incluso desde una dimensión intelectual. La dispersión geográfica de las redes de sociabilidad marranas (desde México hasta Buenos Aires y desde Portugal al Imperio Otomano), la alta movilidad de los sujetos y la larga perdurabilidad del fenómeno en algunas regiones complican el panorama a tal punto que amerita un estudio global.


Ante la dificultad de semejante tarea, y la naturaleza fragmentaria de las fuentes inquisitoriales, que nos relatan la historia de un individuo en un momento particular de su vida, el autor se avoca a la tarea de trazar una “galería de retratos”. Cada uno de los capítulos está construido en torno a uno o dos sujetos que actúan como ego de una red de múltiples relaciones: personales, parentales, comerciales y clientelares. Wachtel intenta no sólo construir un relato histórico, sino también de darle voz, cuando es necesario, a los reclamos de las víctimas de las causas inquisitoriales. Es por eso que en algunas oportunidades, presenta las conversaciones en las cárceles del Santo Oficio en forma de diálogo, no como recurso sentimentalista sino con la intención de devolverle la palabra a los vencidos. Uno de los grandes méritos del autor es el de construir un relato apasionante con un tema tan dramático como el de la persecución inquisitorial, que incluye el encierro, la tortura y la hoguera pero evitando caer en un discurso apologético.

Al mismo tiempo que despliega la historia de vida de cada uno de estos diez personajes, Wachtel analiza las prácticas cultuales que se describen en las confesiones y las creencias que se desprenden de las mismas. Por medio de la reducción de la escala de observación, logra construir un relato detallado y minucioso del sujeto, de su entorno, de su recorrido, de sus estrategias, de sus aspiraciones… Pero el propósito no es el de dar cuenta de una serie de biografías, sino que “más allá de la idiosincrasia de cada uno, representan mucho más que a ellos mismos y, cada cual a su manera, expresan algo del colectivo del cual no pueden abstraerse.”


Es por este motivo que la elección de los casos, no obedece únicamente a la riqueza cualitativa de los documentos, sino que a través de cada uno podemos construir un relato de conjunto, si bien, no global, sí representativo de algunos de los sectores de la Iberoamérica colonial, tanto en su dimensión espacial, como temporal, y sobre todo, social

Las trayectorias de los mismos protagonistas nos trasladan por distintos espacios de las colonias. Por ejemplo, el caso de Juan Vicente se inicia en la ciudad de Évora en Portugal, para seguir un itinerario que lo llevará, entre otras ciudades, por Bahía, Buenos Aires, Córdoba, Santiago del Estero, Potosí, Cuzco, Lima y acabar en Cartagena. Si bien el recorrido de Juan Vicente, es particularmente agitado, una constante que aparece en todos los casos es la intensa movilidad de los sujetos, en algunos casos, escapando a las redes del Santo Oficio, pero también muy habitualmente por negocios. También el abanico social que nos ofrece es muy amplio, ya que contamos tanto con la semblanza de ricos comerciantes transatlánticos, dedicados a la trata esclavista, como de humildes mercachifles, e incluso de un médico. Además, el autor enfatiza especialmente el rol de las mujeres en el seno de la familia marrana, donde suelen cumplir el rol principal a la hora de transmitir los recuerdos y las tradiciones, a su vez heredadas, a las nuevas generaciones.


Lo mismo sucede con respecto al arco temporal, donde un paneo rápido sobre los capítulos, da cuenta de los momentos de mayor represión inquisitorial en Iberoamérica. El primero de los casos, el de Juan Vicente, se inicia a fines del siglo XVI, pero la mayoría transcurren en las décadas de 1630 y 1640, momento coincidente con un aumento de la persecución inquisitorial en Lima y México (que es donde tuvieron lugar los procesos) y con el comienzo del predominio holandés en el tráfico contrabandista. Como una excepcionalidad se nos presenta el proceso contra Fernando Medina en México en 1691. Los dos últimos capítulos nos trasladan al Brasil de principios del siglo XVIII, cuando la acción del Santo Oficio es tan considerable como lo fue en la América española entre 1630 y 1640. Como ya dijimos, la obra finaliza con un epílogo sobre un grupo de familias del Nordeste brasilero en la actualidad, que conservan

Una serie de tradiciones familiares que practican, sorprendentemente, en secreto. Además de las mismas restricciones alimenticias que observaban los marranos coloniales, del descanso del sábado, de los ayunos y de encender una vela los viernes al atardecer, coinciden también en los matrimonios endogámicos y en atesorar tradiciones y recuerdos familiares, a pesar de que, en muchos casos no se conozca su significado ni su origen. Retomamos lo dicho anteriormente: lo específicamente marrano es el recuerdo de los ancestros y sus tradiciones, a pesar de que el olvido, en muchos casos, se haya llevado consigo el significado religioso de esas tradiciones.

Así, a pesar de estar el libro construido a partir de los relatos de la historia de diversos sujetos, encontramos, a nuestro entender, una intención de presentar un panorama general de la cuestión marrana. El énfasis no está sólo sobre los sujetos, sino también sobre las relaciones, los recorridos y trayectorias que los une entre sí en algunas oportunidades y los separa en otras, construyendo lo que Wachtel llama "laberintos marranos", las redes que se constituyen entre los sujetos.


En la opinión de Wachtel, el estudio del marranismo debería incluirse en los estudios sobre la emergencia de la modernidad en Occidente, ya que por un lado, son responsables de innovaciones económicas, como la creación de redes comerciales de escala mundial. Pero sobre todo, porque al ser educado el sujeto en ambas religiones, en muchas oportunidades, se genera una tensión interna que deriva en un relativismo religioso y tolerancia, como es el caso del matrimonio de Francisco Botello (cristiano nuevo) y María de Zárate (cristiana vieja), permaneciendo ambos fieles a sus tradiciones religiosas.Lo que quedaría por dilucidar, es cómo un fenómeno de carácter completamente individual, que se produce en la conciencia de un sujeto específico como es la tolerancia religiosa, lograría luego transmitirse a gran parte de la sociedad occidental. ¿A través de obras literarias? ¿O se trata de un fenómeno que se origina en múltiples espacios, siendo uno de ellos el sujeto marrano?

La fe del recuerdo permite múltiples lecturas. Es un retrato de la sociedad colonial americana, pero también un relato sobre la intolerancia religiosa, una historia de la construcción de una identidad colectiva, un testimonio de la persecución y la resistencia, una reconstrucción de la memoria de los vencidos. Una narración que trae al recuerdo del lector la historia de otras persecuciones y en este caso, especialmente el Holocausto, ya que Wachtel dedica el libro a sus familiares víctimas del régimen nazi. Quizás la mayor virtud de este trabajo sea el de hacer explícita la ineludible subjetividad al momento de elegir un objeto para luego acercarse concientemente al estudio del pasado. El resultado: una imagen aguda y reflexiva de un pasado desgarrador.

2 comentarios:

ariel dijo...

Felicitaciones por sus excelentes artículos para conocer al pueblo aymara, los insto a seguir aportando en esta perspectiva.

yasminabbitt dijo...

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